Voy a encuadernar mi memoria, la memoria más importante del curso.
(Ahora que he perdido la memoria y las palabras sólo me quedan memorias de papel y "Las Palabras y las Cosas", en la mesilla de noche)
Reprografía garaje, yo cargada de folios y con ojeras de tres noches seguidas. Escalofríos.
Delante mía una señora mayor, bajita, estrambótica, con cierto deje cubano y pañuelos en cuello y chándal.
Es una adivina plastificando sus cartas de tarot.
Tarda mucho, tengo prisa, no se calla, murmura, se gira, me mira fijamente y opina que parezco estar mal, que si quiero saber mi futuro.
No sé si es mejor que mi futuro sea blanco o sea negro, no sé ni siquiera si quiero saberlo...
Digo que no, y aunque nunca haya creído en esas cosas, me quedo con mal cuerpo.
Cuando por fin acaba, la baraja plastificada, los arcanos en su bolso, se va, logro volver a respirar.
La dueña de la tienda me dice que cada vez que la adivina pasa por allí algo malo les sucede...
Y a mí se me vuelve a cortar el aire.